Muerto Franco, no se acabó la rabia. Cuarenta años son una eternidad: el 20 de noviembre de 1975, muchos españoles solo habían conocido el franquismo y casi consideraban que aquel régimen tenebroso de pícaros, patanes y meapilas era, más que una dictadura, el estado natural de las cosas. Esto explica que el sentimiento más extendido en España, el día de la muerte de Franco, no fuera ni de alegría ni de tristeza; el sentimiento más extendido era de incertidumbre, de perplejidad, de desasosiego. Nadie lo captó mejor que Julio Cerón, aquel singular diplomático que a finales de los años cincuenta fundó el FLP (Frente de Liberación Popular) y pagó con tres años y pico de cárcel su osadía antifranquista. “Cuando Franco murió, hubo gran desconcierto”, dijo. “No había costumbre”.
Nada que celebrar
Scritto il 16/11/2025
Lo mejor que se puede hacer con el pasado, empezando por el más tenebroso, es entenderlo: esa es la única forma de poder dominarlo