La Visitación
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Lc 1,39-56) - En aquellos días, María se levantó y se fue apresuradamente a la montaña, a una ciudad de Judá. Al entrar en casa de Zacarías, saludó a Isabel. Tan pronto como Isabel escuchó el saludo de María, el bebé saltó en su vientre. Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: «¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! ¿Qué debo para que la madre de mi Señor venga a mí? He aquí, tan pronto como tu saludo llegó a mis oídos, el niño saltó de alegría en mi vientre. Y bienaventurada la que creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le dijo." Entonces María dijo: «Engrandece mi alma al Señor y mi espíritu se alegra en Dios, mi salvador, porque miró la humildad de su sierva. Desde ahora me llamarán bienaventurada todas las generaciones. El Todopoderoso ha hecho grandes cosas por mí y Santo es su nombre; su misericordia para con los que le temen de generación en generación. Ha mostrado el poder de su brazo, ha dispersado a los soberbios en el pensamiento de sus corazones; ha derribado de sus tronos a los poderosos, ha enaltecido a los humildes; A los hambrientos colmó de bienes, y a los ricos despidió con las manos vacías. Ayudó a su siervo Israel, acordándose de su misericordia, como había hablado a nuestros padres, para Abraham y su descendencia para siempre." María permaneció con ella durante unos tres meses y luego regresó a su casa.

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Hoy la Iglesia celebra la fiesta de la Visitación de María a Isabel. Es el encuentro entre dos mujeres, una joven y otra mayor. Es una escena sencilla que manifiesta lo que siempre debe suceder cuando los cristianos se encuentran: sentir la alegría de ser parte de la familia de Dios. Los cristianos viven el encuentro, las relaciones, la amistad. Jesús que nace es una esperanza para todos, para cada hombre y para cada mujer, una esperanza que no se puede ocultar, se debe anunciar a todos, especialmente a los que ya no parecen tener mucha esperanza, a los que están enfermos, a los que están solos, a los que son mayores y viven en mil dificultades. El júbilo de Isabel es el mismo que experimentan los ancianos, los débiles y los solitarios cada vez que son visitados. Se podría decir que el cristianismo es encontrarse, visitarse, cuidarse unos a otros. La alegría que brota de las reuniones es, precisamente, obra del Espíritu Santo. Después del trágico acontecimiento de la pandemia que nos obligó a un aislamiento antinatural, pero necesario, podemos comprender mejor cuán vital es el encuentro. Y qué apropiada es esta fiesta de la Visitación en la que una joven sale de lejos para encontrarse con una anciana embarazada y, por tanto, doblemente necesitada de ayuda y compañía. Ambos entraron así en el plan mayor de salvación que Dios estaba tejiendo en la humanidad para salvarla.