Nuestro Padre
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mt 6,7-15) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Cuando oréis, no desperdiciad palabras como los paganos: creen que con palabras se les oye. Por tanto, no seáis como ellos, porque vuestro Padre sabe lo que necesitáis incluso antes de que se lo pidáis. »Por tanto, orad así: 'Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día, y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores, y no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del mal.' Porque si perdonáis a otros sus pecados, vuestro Padre que está en los cielos os perdonará también a vosotros; pero si no perdonáis a los demás, ni vuestro Padre os perdonará los pecados."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Jesús insta a sus discípulos a no desperdiciar palabras en la oración. La esencia de la oración reside en poner nuestra confianza total en Dios, seguros de que él no nos abandonará y que nos dará lo que necesitamos. Y Jesús enseña esa extraordinaria oración que es el Padre Nuestro. Podríamos decir que toda la oración se resume en la primera palabra, "Padre", "Abbà" (padre). Jesús, al poner este término en nuestros labios, realiza una verdadera revolución religiosa. Baste decir que la tradición judía prohíbe mencionar el nombre de Dios: la oración no "rebaja" a Dios hacia nosotros; más bien nos eleva al Padre "que está en los cielos". Por tanto, es justo pedir que se haga su voluntad y que su reino llegue pronto. La segunda parte de la oración se refiere a la vida diaria. Jesús nos insta a pedir el pan, el de cada día, para hacernos experimentar de primera mano la concreción del amor de Dios, que es a la vez pan material y de su Palabra. Dos panes, dos mesas, indispensables. Y ambas cosas deben ser servidas, o mejor dicho multiplicadas, para todos. Y luego pone en nuestros labios una petición grave: "Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores". Reconocernos como deudores nos devuelve la verdadera dimensión de quiénes somos ante Dios y ante el prójimo, y abre nuestro corazón para experimentar los sentimientos mismos de Dios ya aquí en la tierra.