Porque Jesús habló en parábolas
M Mons. Vincenzo Paglia
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Evangelio (Mt 13,18-23) - En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Escuchen, pues, la parábola del sembrador. Cada vez que uno escucha la palabra del Reino y no la entiende, viene el Maligno y le roba lo que ha sido sembrado en su corazón: esta es la semilla sembrada en el camino. Lo sembrado en pedregales es el que oye la Palabra y al instante la recibe con gozo, pero no tiene raíces en sí mismo y es inconstante, de modo que cuando viene la tribulación o la persecución por causa de la Palabra, inmediatamente fracasa. El sembrado entre zarzas es el que escucha la Palabra, pero las preocupaciones del mundo y la seducción de las riquezas asfixian la Palabra y no da fruto. El sembrado en buena tierra es el que escucha la Palabra y la comprende; esto da fruto y produce ciento, sesenta, treinta veces uno."

El comentario al Evangelio de monseñor Vincenzo Paglia

Con esta parábola, Jesús muestra su nueva manera de predicar el Evangelio, precisamente a través de parábolas. En las parábolas los conceptos se cruzan con imágenes y acontecimientos de la vida cotidiana, fácilmente comprensibles para todos los oyentes. El Evangelio tenía que llegar a todas partes. Cualquiera podría escucharlo y recibir ayuda. Los Apóstoles, impresionados por esta elección de Jesús, le preguntan directamente: "¿Por qué les hablas en parábolas?". El anuncio del reino de Dios, corazón de la predicación evangélica, necesitaba ser comunicado con claridad pero sin equívocos. Para los judíos, el Mesías debería haber establecido el reino por medios políticos y en algunos casos con violencia, como predicaban los zelotes. Jesús no quería que lo malinterpretaran. De ahí la elección de un lenguaje que llegue al corazón. Quien tuviera sed de amor tendría más. El que no tiene sed de amor se secará aún más. Así podríamos entender las palabras de Jesús: al que tiene se le dará más, y al que no tiene se le quitará hasta lo que tiene. El lenguaje parabólico involucra a los oyentes y deja desarmados a los fariseos. Dios, además, ha decidido revelar los "misterios del reino" a los pequeños y débiles. Ellos son los destinatarios del reino. Por eso dice a los discípulos: «Bienaventurados vuestros ojos porque ven y vuestros oídos porque oyen». A ellos, así como a los débiles, se les concede la gracia de poder tocar, escuchar y ver con sus propios ojos a Jesús, que es "la parábola" de Dios entre nosotros.